14.3.15

Ella.

Se levanta cada mañana con las esperanzas renovadas y las ojeras multiplicadas por diez. Se mira al espejo y descubre en él a la durmiente que nunca fue bella, hasta conseguir reflejar la cara que la sociedad quiere ver. 

Pasa la mañana fingiendo serenidad y vitalidad, gobernada interiormente por una ilusión. Una que solo vive en su cabeza, en silencio. Pero ella sueña con un momento horas después, cuando el silencio se rompe y todo cobra sentido. Pero las agujas del reloj siguen girando y todo se vuelve a desvanecer. Y así sucesivamente a lo largo del interminable pero finito día.

Y cuando llega la hora de dormir, ella se mete en la cama con su ilusión muy cerca, en su cabeza y entre sus pulmones, rezando y pidiendo a los cielos que en el despertar siguiente su ilusión cobre un poco de realidad, y que la soledad sea más pasiva con ella.

Ella solo pretende no resquebrajarse más. Recomponerse. Volver a ser la chica de la ilusión cogida de la mano.