Como una niña pequeña, de cuclillas, soplo frente a la tapa llena de polvo de un libro. Con poca luz y medio a oscuras, empiezo ya a preguntarme ¿pero cómo fui tan tonta?
"Querida yo a los 14. Tírate de una vez a la piscina. Móntate en la bicicleta y aprende a caerte sin miedo. Sal más. Llora menos. No te martirices a ti misma porque nadie te besó con real sentimiento, piensa que solo tienes hormonas masculinas bailando alrededor de ti. Grita más y escóndete menos. Ten cuidado con esa arpía, hoy te dice que eres su mejor amiga pero mañana se irá. No le des ni un solo trocito de ti, o se terminarán llevando hasta la última costilla que te quede.
Querida yo a los 16. No te obsesiones. No confundas el amor con un capricho. No creas que lo sabes todo y déjate ayudar. No malgastes tu tiempo en un par de ojos y un montón de pestañas. Tan solo es un cara bonita. Tan solo es un humano más sin humanidad. Querida yo a los 16, no te enamores.
Querida yo a los 18. Desmelénate. Haz locuras y no pienses las cosas dos veces. Entrégate, pero ten cuidado. No des más de lo que tienes ni recibas menos de lo que mereces. Mantente firme, no des tu brazo a torcer. Disfrútala, visítala, o cuando quieras hacerlo ya será tarde. Sé fuerte. La tormenta es eso que definen como aquello que precede a la paz. A la libertad.
Querida yo a los 20. No le pierdas, por favor. ¿Qué me tienes preparado? Dame pintalabios corridos y dolor de pies; dame trenes, aviones, autobuses. Dame orgasmos, sexo y rock and roll. Prométeme que vas a aprender, que dejarás de ser idiota. Júrame que aprobarás, y que irás a la playa, te pondrás morena y pasarás de los demás y pasearás tu culo de cala en cala con su mano pegada a él."
Y aquí sigo, como una cría de cuclillas, y me prometo que me comportaré como tal. Que volveré a confiar, como confían los niños cuando sus padres les arropan la noche de Reyes, como confían los perros de sus dueños. Que dejaré de tener miedo de mí misma, y me ayudaré a recomponer con la saliva tan peculiar que tiene el invierno, todos los pedazos de los sueños requebrajados.
Y me respaldo, a mí misma, hasta que cumpla los 20, para cerrar la segunda década de mi libro (y empezar la tercera) dejando de sobrevivir,
y comenzando a vivir.