Los seres humanos tendemos a ir por la vida como seres sabios e inteligentes, como poseedores de un don que la vida nos ha dado y que tenemos más que merecido. Hemos conquistado el mundo. Los seis contienes que hemos descubierto, los océanos y los mares que nos rodean, e incluso queremos conquistar el espacio. Queremos que todo sea nuestro a toda costa, cueste lo que cueste. En el amor y en la guerra, todo vale. El fin justifica los miedos. Sí, los miedos. Y es que somos unos egocéntricos, y supongo que ese es el precio que tenemos que pagar por tener lo que tenemos.
No hemos tenido suficiente con conquistar lo que la naturaleza nos da que encima también queremos conquistarnos los unos a los otros. Y no nos parece cruel, nos parece romántico. Nos encanta que alguien "se lo curre" para conquistarnos. ¿No es muy parecido a lo que hacen con la ropa? La customizan y la preparan al más mínimo detalle para vendértela. ¿Nos estamos dejando comprar? Esto puede parecer muy exagerado, muy catastrofista o muy despechado, pero realmente me lo pregunto. ¿Somos simples almas que se pasan la vida comprándose unas a otras?
El caso es que a todos nos encanta ese momento en el estamos intentando conseguir la atención de alguien, o cuando alguien está intentando buscar tu atención. Es eso, nos estamos invadiendo, como Colón hizo con América. Nos estamos conquistando. Nos estamos perteneciendo. En la escritura romántica eso es lo más maravilloso que a la protagonista (que es fea y un desastre al principio pero preciosa y una princesa al final) le puede pasar. ¿Pero y en la vida real? Por mucho que te conquisten no vas a dejar de tener ese grano en el tabique de la nariz o vas a dejar de tener celulitis en tu enorme culo. Cuando le pertenecemos a alguien creemos que esa persona nos va a hacer mejor, que con ella estamos mejor que con nadie, y por supuesto, que es indispensable en nuestra vida. Pero la realidad es que cuando alguien siente que te ha conquistado, deja de hacerlo, y sólo te moldea en base a sus preferencias personales (normalmente sexuales).
Cuando te crees sumisa a alguien, te conviertes en la sombra de unas decisiones que no son las tuyas, de unas palabras que no salen de tu boca y de unas acciones que no componen tu vida. Terminas siendo arrastrada por alguien que ya no tiene interés alguno en conquistarte, porque ya lo ha hecho. Esto es como el calentamiento global. Al principio el planeta era verde y precioso, los animales vivían libres y la vegetación crecía a sus anchas por donde quería. Los mares y océanos estaba desbordantes y las nubes eran tan blancas que reflejaban la luz. Pero llegaron nuestras ansias de poder y de superación y construimos ciudades, presas, barcos y coches que desprenden más petróleo que cualquier tierra rica del planeta. Y lo mismo hemos hecho (y estamos haciéndolo) con las relaciones interpersonales. Hemos puesto ticks celestes a las conversaciones; puertas, ventanas y candados a los pensamientos; y propietarios a los corazones.
Pensándolo bien, no merece la pena ser la dueña de nadie y mucho menos ser el objeto de nadie (y no hablo de objeto por ser utilizado o "mal-utilizado", lo digo por asemejarse a la ropa de antes). El amor es libre, la amistad es libre, el pensamiento es libre. La incondicional es sólo una habilidad humana que muy pocos poseen, y que muchos echan en cara. Y la humildad es eso que en la humanidad escasea y que tanta falta hace.
No te creas el dueño de los pensamientos de nadie o el dueño de las acciones de nadie, porque solamente uno mismo sabe por lo que está pasando, y solamente uno mismo puede decidir cómo pasarlo.